Últimamente, cada vez que pienso salir con la moto a dar una vuelta, llueve; y teniendo en cuenta lo poco que ha llovido hasta este mes de enero quiere decir dos cosas: que casi no he salido en otoño con la moto y que he tenido mala suerte cuando lo he intentado en enero, sobre todo porque al día siguiente siempre ha hecho sol.

Con estos antecedentes de 2-0 a favor de la lluvia, el viernes 29 tenía vacaciones y pensé durante la semana a donde me iría con la moto pero, no podía ser de otra manera, amaneció lloviendo ligeramente, ideal para ese suelo ligeramente mojado que a mi en particular me resulta tan incomodo por la inseguridad que me transmite. Ya pensaba que me quedaba nuevamente en tierra pero me arranqué, me puse todo el equipo incluido el traje de agua y salí dispuesto a rodar un poco y disfrutar, practicando la conducción bajo agua.

Y de eso va esta pequeña reseña, de conducir bajo el agua. Si hago memoria, las dos veces que más me ha llovido en moto han sido camino a Granada y en los Alpes italianos. En el primer viaje íbamos José Ramón, Roberto, Pablo, Nando, sus respectivas y el que escribe al evento BMW de septiembre y nos llovió tanto a la ida que hasta me traspasó el impermeable y la cazadora de entre tiempo que llevaba, pero ni contar como llegó la ropa de Nando en las alforjas que llevaba. Ese día estuve a punto de volverme porque no sabía que hacía allí, en aquellas condiciones climatológicas, anocheciendo y con los camiones levantando un montón de agua. En el caso de Italia recuerdo desembarcar en Génova bajo un manto de agua que no me lo podía ni creer, teniendo que sacar el DNI como podía para enseñárselo a un Carabinieri que estaba en una garita mientras nos caía agua como si un grifo abierto estuviera sobre nuestras cabezas y quedándonos más de 200km de conducción nocturna hasta hotel que teníamos reservado al píe de los Alpes. De ambos viajes guardo unos recuerdos estupendos. En el segundo apenas me caló la ropa debajo del equipo de agua y a pesar de las condiciones tan malas en ningún momento me cuestioné parar y hacer noche a la espera de que lloviera menos mas tarde. Entre ambos viajes usé la moto en muchas ocasiones bajo la lluvia, jubilé el chubasquero que usaba y calaba y aprendí a disfrutar también con agua si no quedaba mas remedio (ahora casi que me gusta, es preocupante). En Granada recuerdo que al día siguiente acabamos en la playa comiendo en un chiringuito con sol radiante todos tan contentos.

Luego me ha llovido muchas veces mas, ya sea en Irlanda, Pirineos, Galicia o Castellón,así que me vengan a la cabeza según escribo, no se en cuantas ocasiones camino al trabajo o de regreso a casa. Yo suelo ir a trabajar en moto siempre que puedo y para no poder tiene que ser que la moto esté averiada o haya nevado porque pocas veces mas dejo de cogerla. Roberto es otro que tal baila como me imagino muchos más de los habituales de este blog. Para mi ese momento de ir a trabajar en la moto es un disfrute, siempre hay alguna pequeña curva o algo que hace que sea un placer este trayecto y me dé menos pereza el trayecto.

Pero me voy del tema, conducir bajo la lluvia en moto. A pesar el mal tiempo salí camino de Guadalajara a las 9 de la mañana, con lluvia ligera pero constante. Allí cogí la N-320 en dirección Sacedón y luego Cuenca. Esa carretera a ritmos legales es algo aburrida en general pero está en muy buen estado y en este caso, con la lluvia, era una buena opción para disfrutar del paisaje con esos páramos de tierra roja, de sus encinas y pinares, de tanto cultivo. El recorrido de disfrutar se complicó a treinta kilómetros de Cuenca pues empezó a llover bastante mas fuerte. Me paré en un desvió y mirando para adelante y para atrás vi que traía más cuenta cambiar de rumbo e irme hacia al sur para esquivar la tormenta y buscar la carretera de Valencia. Me desvié en Cañaveras camino de Huete y luego de Madrid. A lo tonto, 300km.

Todo el recorrido fue bajo ligera pero constante lluvia y el tramo desde Cañaveras hasta la autovía de Cuenca por una carretera de gente de campo, en el sentido de que era un barrizal cada dos por tres debido a que deben entrar y salír del campo con los tractores. Si juntas el agua con esta tierra a la salida de una curva, mas vale que vayas con precaución y no te entre flojera porque te puedes llevar un susto. Por suerte, la carretera estaba vacía, el carril del otro lado solía estar limpio y la velocidad era siempre apropiada por lo que la excursión por estas carreteras siguió su curso mientras pensaba que cerca estoy de Madrid y que vidas tan diferentes las de las personas que conducen esos tractores por estas carreteras y estos campos de las que estamos en Madrid en una oficina.

Cuando llueve hay gente que no coge la moto o la coge poco. Yo creo que es bueno estar acostumbrado a montar con lluvia, el suelo húmedo a mi no me da ninguna confianza, lo prefiero mejor de mas lluvia que de lluvia ligera, pero si has salido con la moto y a la hora de volver está lloviendo y no estás acostumbrado, puede ser un mal trago, mas si no llevas el equipo mínimo (lo bueno de llevar baúl es que puedes estar siempre preparado, aunque tu moto no quede tan bonita). Mi escapada por Guadalajara trataba de eso, de rodar con lluvia, de disfrutar de la moto aunque llueva, de ganar en confianza con el suelo mojado.

Eso si, salir un día de lluvia siempre supone volver con la moto algo mas sucia y si encima vas por zonas con restos de tierra, ¡entonces parece que te has corrido una prueba de enduro sin enterarte!


  

Por cierto, que no os he dicho lo que digo siempre: esta RT es una maravilla.

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