“A 30 millas de la costa noroeste de Escocia, se halla una cadena de islas.... en los confines de Europa”

Texto: José Ramón Noguerol Fotos: Reyes Casado y José R. Noguerol

Dicen que lo importante de los viajes no es llegar sino ir, pues bien, nosotros hemos ido hasta una de las fronteras más remotas de Europa, las islas Hébridas Exteriores, “Eilean Siar” (gaélico) y alcanzado su punta más noroccidental, el lejano faro de Butt of Lewis.

Hemos viajado a lugares en los que la vida transcurre muy despacio y donde un escocés es tan extraño como un londinense y no digamos una pareja de españoles en su moto.

Este es el relato de nuestra aventura.

El plan.
No sé a los demás viajeros, aunque supongo que a todos nos pasa lo mismo, pero cuando un viaje termina ya estás pensando en el siguiente y después de haber hecho en compañía de dos buenos amigos la pirenaica Route des Cols, Gran Bretaña podía ser el próximo destino realizando un viaje que permitiera alcanzar sus finisterres, reconozco que estos extremos geográficos siempre me han atraído mucho.

Buscando información encontré una frase que en inglés utilizan para referirse a un largo viaje “from Land´s End to John o´Groats”. También se utiliza para el recorrido que puede hacerse desde la punta de la península de Cornualles hasta la población de John o´Groats en Escocia. ¡Genial! Con esta ruta se podrían unir finisterres como el extremo más suroccidental de Gran Bretaña, Land´s End con el más septentrional, Dunnet Head. Se podría ir hasta otro extremo aún más interesante, Cape Wrath (el Cabo de la Ira) que es la punta más noroccidental de la parte continental de Gran Bretaña y donde hay un faro que construyó el padre de Robert Louis Stevenson, autor de la Isla del Tesoro. Los objetivos estaban marcados y ¿ahora por dónde ir?

Gustavo Cuervo, uno de nuestros grandes viajeros en moto, dice que “el mejor viaje es el que mejor se prepara”, preparar este, podéis suponer, que prometía. Ahora había que encajar fechas, días disponibles, presupuestos, trazar la ruta, etc...
Una tarde, mientras trabajaba sobre un mapa del Reino Unido, intentando establecer el itinerario más adecuado, me fijé en un conjunto de islas lejanas, muy lejanas, situadas al oeste de la costa escocesa, que llamaron poderosamente mi atención. ¿Cómo se llaman? ¿Qué hay allí? ¿Cómo se puede llegar?



Eran las “wild and windy” Outer Hebrides , ahora conocidas oficialmente como las Western Isles, situadas a 30 millas de la costa noroeste de Escocia, en el Océano Atlántico, una cadena de islas en los confines de Europa. Inhóspitas, aisladas, expuestas a fuertes tormentas que se deslizan desde el Atlántico Norte y donde pocos árboles son capaces de aguantar semejantes envites, los que resisten en pie son los más fuertes; la dueña del B&B donde pasamos nuestra primera noche en las islas, nos contaba que cuando una galerna se desata es como una fiera que libera toda su furia, todo un espectáculo digno de contemplar bien refugiado... pero que deseas pase lo más rápidamente posible. Durante los meses de verano los días parecen no tener fin y las puestas de sol son muy bellas; hay una luz especial, una suave luz que se enciende de madrugada y no se apaga hasta casi la media noche.
Paisajes marcados por un amplio horizonte de cielo y agua, deslumbrantes playas de blanca arena , donde los únicos bañistas suelen ser las focas, en un litoral apabullante, oscuros páramos de turba, innumerables lagos, montañas y rocas, de las más antiguas del planeta. Tierras desnudas y recias, habitadas por espíritus indómitos y gente muy amable con una historia fascinante con menhires y nombres vikingos. Fueron conocidas como las Islas del Sur durante los casi 200 años de dominio noruego hasta que en 1266 la soberanía fue trasladada a Escocia. La palabra Hébridas parece que tiene su origen en el término noruego “havbredey” que significa “islas en el borde del mar”. Hoy constituyen el centro de la cultura gaélica. Había que ir hasta allí.

Este año viajaríamos mi esposa, Reyes, y yo, en nuestra moto, una espléndida BMW R1200RT; disponíamos de 10-11 días a principios de julio. El viaje, también, se puede plantear alquilando una moto en Glasgow o Edimburgo, opción interesante porque te permite dedicar más tiempo a recorrer las islas. También puedes embarcar en el ferry de Santander o Bilbao, si quieres llevar tu propia moto. Yo, quería utilizar, por primera vez, el Eurotúnel para cruzar el Canal de la Mancha, esto obligaba a atravesar Francia.

La ruta partiría de Madrid para entrar en Francia por Irún, subiría por Las Landas, Burdeos, París hasta Calais de donde salen numerosos ferrys y los trenes del Eurotúnel con destino a la costa inglesa. Una vez en Gran Bretaña, cambiamos el pensamiento y la actitud para acostumbrarnos a la conducción por la izquierda, los adelantamientos por la derecha, recorrer millas en lugar de kilómetros y pagar en libras. Subir hasta Oban donde embarcarnos con rumbo a la más pequeña de las Hébridas Exteriores, Barra. Desde allí atravesando las islas por carreteras de un solo carril y conectadas unas con otras por vía marítima o puentes trazados sobre el agua, ir hasta la punta más lejana, el Butt of Lewis, el extremo más noroccidental y ventoso, donde se levanta un poderoso faro, también construído por los Stevenson.
La vuelta, en barco hasta la isla de Skye, la mayor de las Hébridas Interiores, entrando en las Highlands por el paso denominado Skye Bridge, un puente que une esta isla con las tierras altas. Luego atravesar el brumoso y fascinante paisaje de los páramos escoceses, viajando a orillas del oscuro Loch Ness, el segundo lago más grande en superficie de Escocia, pero el primero si consideramos su volumen, recorriendo las grandes extensiones de landas y turberas y los bosques caducifolios ingleses bajar hacia la costa para volver al continente por el mismo camino que en la ida. ¿Cuántos kilómetros? Calculé que unos 6000 para disfrutar de nuestra gran pasión que es viajar en moto.

Internet y...
Una de las aplicaciones tecnológicas que más nos ha cambiado la vida o mejor dicho, el modo de hacer las cosas es sin duda, Internet. En cuestión de preparar viajes no digamos, ya que la información, reservas, itinerarios etc., que puedes obtener desde casa sentado frente a tu ordenador, para mí, es increíble. Seguro que para alguien más joven, yo paso de los 50, es una nimiedad pero teniendo en cuenta que en 1956, año en que nací, fue cuando comenzó la TV en nuestro país, en blanco y negro y con un solo canal, todos estos avances tecnológicos me siguen sorprendiendo.
Saqué, a principios de junio, los billetes del Eurotúnel, los de los ferries, las reservas de los alojamientos para algunas noches dejando a la improvisación otros en función del ritmo de viaje. Calculé también el itinerario más adecuado, los kilómetrajes, peajes, el gasto en gasolina, etc. Además pude recabar más información del territorio que iba a recorrer. Y...a pesar de la eficacia de Internet no podía renunciar a los métodos de información tradicionales, un buen mapa y una buena guía, para la elección de ésta consulté varias, de reconocida solvencia, pero no ofrecían mucha información sobre estas islas y la única que encontré más completa fue la de la editorial Rough Guides “ Scottish Highlands & Isles”, editada en inglés y que dedica a las Hébridas unas treinta y cinco interesantes páginas. “Find your own perfect beach in the Western Isles” pag.325.

Con respecto al mapa siempre procuro utilizar los de la editorial Reise, están actualizados, son muy cómodos de manejar y el material del que está hechos es “waterproof” e irrompible, buenas razones para usarlos en los viajes en moto. Pero en esta ocasión, lamentablemente, no encontré un mapa adecuado de esta editorial, tan solo uno de toda Gran Bretaña que me pareció excesivo, conseguí localizar uno de Escocia y las Islas, claro y con una buena escala, de la editorial Freytag & Berndt, resultaba bastante grande y el papel era de los que se rompen, pero lo compré. Después durante el viaje resultó más engorroso de lo que pensaba, doblar semejante documento con el fin de meterlo en el compartimento para mapas de la bolsa sobredepósito; terminó rompiéndose pero conseguí sacarle partido y me permitió trazar un buen recorrido previamente desde casa.

En marcha.
Definitivamente el viaje quedó de la siguiente manera: Partiría desde Madrid el día 1 de julio y Reyes, por motivos de trabajo y de organización familiar, se incorporaría al tour en Edimburgo el día 3. Ella pensaba volver también en avión pero al final pudo disponer de más días y el resto del viaje lo completaríamos juntos. Me resultaba muy agradable saber que tenía una cita con mi chica en Edimburgo y que seguramente a la vuelta podríamos disfrutar de un romántico atardecer en lo alto de la Dune du Pilat frente al Atlántico en la región de Las Landas.

Por fin llegó el día que llevaba todo el año esperando. La noche anterior ya había dejado todo el equipo preparado, la moto a punto con zapatos nuevos (Metzeler Z6, que van muy bien en esta RT tanto en duración como en agarre) así que me levanté temprano y a las 8:00, más tarde de lo que hubiera preferido, puse rumbo a mi primer destino, Chassenuil cerca de Poitiers, donde tenía reservado un cómodo y económico hotel para dormir esa noche (Hotel Premiere Class, 35€).

En total hice unos 950 kms y llegué hacia las seis de la tarde. La primer parte del viaje se me pasó rápido, hacía buena temperatura, poco tráfico, el paisaje de la A-1 es agradable, especialmente por el País Vasco, la moto iba perfecta y yo, pletórico. La segunda parte ya en Francia me recordó otro tiempo viajando en moto por Europa. Hacía muchos años que no atravesaba el territorio galo por alguna de sus autopistas pero me dio la impresión de que todo seguía igual que cuando en una Benelli 654, una Guzzi 850 Le Mans o una BMW K100 crucé varias veces, allá por los 90, por tan amplio país. Los peajes, las áreas de servicio llenas de gente, mucho tráfico, los largos kilómetros, todo parecía no haber cambiado. Bueno todo no, yo tengo más años, el equipo es cien veces mejor y la RT comodísima aunque con el paso de muchos kilómetros hay ciertas partes del cuerpo que empiezan a protestar pero yo estaba tan contento por volver a afrontar días de largo recorrido que todo formaba parte del placer y del reto que supone un gran viaje en moto. ¿Cómo explicar el hecho de que estás dispuesto a devorar kilómetros durante largas travesías conduciendo una moto? Simplemente, sentir la emoción indescriptible que me proporciona esta forma de viajar. ¿Pasión? Razonable, lógico, sensato o no el caso es que tenía que estar en Edimburgo el día 3 para reunirme con Reyes.


Francia.
Atravesar Francia durante dos días no tiene mucho que contar. Son horas de autopista, muchas, en las que tu cabeza dentro del casco parece que tiene una vida diferente a la del resto del cuerpo. Como nadie te oye, conversas animadamente contigo mismo, cantas, en mi caso las mejores versiones de los Secretos, los Beatles y Elvis, incluyendo coros, tienes ratos trascendentales en los que piensas sobre cómo has llegado a este punto de tu vida, ves el paisaje, que no cambia mucho y así transcurren las horas y los kilómetros; cuando el resto del cuerpo protesta es señal de que hay que parar unos minutos. Ya sabes, gasolina, beber algo fresco, ir al baño y estirar, sobre todo estirar. No hablo francés, lo justo para saludar y dar las gracias así que esta situación me colocaba como un espectador a cierta distancia y me parecía estar viendo las mismas escenas que hace años, el mismo tipo de gente, los coches cargados hasta arriba, los remolques, las autocaravanas, los camioneros, sus enormes trailers y muy pocas motos subiendo hacia el norte. A este respecto siempre he creído que las BMW y algunas Honda eran las grandes ruteras de Europa, pues bien, la realidad, al menos en Francia y el Reino Unido, es otra pues las que dominan en los viajes son las Harleys, todo tipo de Harleys. Nunca he visto tantas viajando juntas y en ocasiones formando grupos bastante numerosos. Muchas, muchísimas Harleys hacia el sur.

El momento más emocionante que tuve fue, como no, al cruzar París. Tráfico muy denso, era sábado, a veces los coches se paraban y yo avanzaba despacio, entre éstos, para no golpear con las maletas algún vehículo con riesgo de perder el equilibrio y caerme. Avanzaba tímidamente, pensando si estas maniobras estaban permitidas en Francia. Mi sorpresa fue mayúscula cuando observé que los motoristas franceses circulaban muy rápido entre los coches haciendo sonar el claxon en cuanto alguien les impedía avanzar, exigían su hueco, ante lo cual los coches se apartaban rápidamente. Yo seguí con mi prudencia dejando sitio cuando veía alguna moto por el retrovisor. El caso es que en algún enlace tomé una dirección equivocada, el mapa no me aclaraba mucho y los reflejos del sol me impedían ver claramente la pantalla del GPS así que eché un rápido vistazo al panel de indicación que había sobre la autopista y tiré por el sitio que no debía. Como no iba muy convencido al cabo de unos pocos kilómetros tomé una salida que me llevó a unas pequeñas calles parisinas. Allí paré, bajé de la moto y me puse a tratar de saber dónde estaba y por dónde tenía que ir. Estaba contrariado por mi equivocación pero el olor a bollos recién hechos que venía de una plaza próxima me relajó, valoré tranquilamente mi posición y decidí volver para atrás, a pesar del tráfico, y tratar de encontrar el camino correcto. No tardé en recuperar la dirección adecuada.

Eurotúnel.
Llegué a Calais bastante antes de lo previsto, seguí las indicaciones y en un periquete estaba dentro del tren que me dejaría en la costa inglesa, en Folkestone. Desde que accedes a la terminal del Eurotúnel hasta que embarcas solo tienes que dejarte llevar. Dentro del tren colocas la moto donde te indican y tú te sitúas junto a ella como si fueras en el metro pero sin asientos así que o te apoyas en la pared o te sientas en el suelo. Como llevaba muchas horas sobre la moto me quedé de pie e hice algunas fotos. En el mismo vagón había un grupo de motoristas ingleses que no iban, para romper la estadística, en Harley. Había un par de GS, una KTM Adventure y una Suzuki V Storm. Nos saludamos y preguntaron a dónde me dirigía, “long trip” dijo uno de ellos, miró mi mapa y me recomendó una bonita ruta para llegar hasta Edimburgo y evitar las liosas circunvalaciones de Newcastle. Cuando el tren comenzó a moverse saltó la alarma de la moto, detalle que no había previsto y tuve que ir apagándola todo el camino con el mando pues no recordaba cómo desactivarla, pasé un poco de vergüenza ante los colegas ingleses pero ellos ni se inmutaron, debía ser algo habitual como pude comprobar días después en los ferrys; para entonces yo tenía que tener solucionado el problema. ¿Cómo? Internet.


En Gran Bretaña.
El desembarco en Gran Bretaña es rápido y casi nada más salir del tren estás ya circulando por la autovía, por la izquierda, claro. Esa noche me alojaría en casa de unos buenos amigos, Mónica y John, que viven en Henham, una pequeña localidad, típica del campo inglés, cerca del aeropuerto de Stansted y a unos 40 kms de Londres. Estaba, además, en la ruta que seguiría al día siguiente hacia Edimburgo. El camino desde la terminal del tren hasta Henham me pareció fácil, así que no programé el GPS y como en Inglaterra hay que retrasar los relojes una hora, tenía tiempo suficiente para llegar a casa de mis amigos. Confiando en mis buenas dotes de orientación conseguí perderme otra vez y en vez de aparecer en Henham me ví atrapado en el tráfico de los alrededores de Londres. Herido en mi orgullo traté de corregir mi error pero me resultaba complicado porque no sabía dónde estaba. Pregunté a varias personas y a todas les parecía complejo indicarme el camino correcto; para mí fortuna pasó un mensajero que ya se recogía después de su jornada de trabajo, me dirigí a él, le expliqué mi situación y hacia dónde quería ir, sin dudarlo me pidió que le siguiera y callejeando con rapidez y mucha habilidad me dejó junto a la autovía que debía seguir.


Mientras circulaba rápido hacia mi destino pensaba que si hubiera utilizado el GPS no habría visitado esos barrios londinenses y no habría tenido ocasión de hablar con la gente a la cuál pregunté tratando de encontrar el camino. Los humanos tenemos una gran capacidad para encontrar buenos argumentos con rapidez cuando queremos justificar los errores propios aunque es curioso el hecho de que cuando los errores son de otros no lo hacemos con tanta facilidad. No volví a perderme durante el resto del viaje.

Llegué a casa de mis amigos una hora y media más tarde de lo previsto pero mi entrada fue triunfal. Salieron a recibirme muy contentos, ella, guapísima, con un bonito vestido y él de smoking. ¡Caray, menuda bienvenida! Pocos segundos duró mi sorpresa al enterarme de que su elegante aspecto respondía a que debían asistir a una cena de gala con un fin benéfico que merece la pena contar. Los vecinos de Henham organizaban el evento social para recaudar fondos destinados a los soldados británicos mutilados durante el conflicto de Afganistán. Todos pagaban su cena y muchos aportaban objetos con un valor especial para que fueran subastados durante la noche, juegos de té, una foto de Tiger Woods autografiada, joyas, cuadros, etc. Según me contó Mónica, también llegaron a subastar de una forma elegantemente británica a los jóvenes oficiales que habían acudido a la gala. Estos apuestos soldados premiaron a las damas que pujaron por ellos con unos inolvidables bailes.

Mientras mis amigos cenaban fuera, yo disfruté de una agradable velada con el padre de Mónica, Vincenzo . Me preparó un riquísimo risotto, acompañado de ensalada y peperoni , una deliciosa cena en la que no podía faltar un buen vino que mi anfitrión había elegido para la ocasión. Vincenzo es de Milán y cuando se quedó viudo, hace un par de años, se vino para Inglaterra a vivir con Mónica. El no habla inglés ni castellano y yo no hablo italiano pero yo creo que la cena y especialmente el vino hicieron su efecto y pasamos un buen rato de charla.

Camino de Edimburgo.
Al día siguiente me levanté temprano después de un sueño reparador. En la cocina me esperaba un apetitoso desayuno inglés, que resultó ser la única comida abundante que hice ese día. Mónica contó que algunas señoras, durante la cena, habían preguntado con interés por Vincenzo; él se rió, señal inequívoca de que sabía perfectamente quién había sido y a pesar de no controlar la lengua inglesa, este maduro italiano, de hablar dulce, ya tenía su círculo de admiradoras entre las ladies de Henham. Para aumentar su leyenda se compró una Honda 200, que utiliza para desplazarse por la zona. Estoy seguro de que más de una dama está deseando dar un paseo en moto por el bucólico campo inglés con Vincenzo, suponiendo que no haya sucedido ya.

A pesar de tan agradable compañía tenía que partir, pues aún me quedaba por delante otra larga jornada de moto hasta Edimburgo, así que en loor de multitudes puse rumbo a Escocia. Tracé la ruta teniendo en cuenta la recomendación del colega inglés en el Eurotúnel; subiría por Penrith hasta Carlisle, cerca de la Hadrian´s Wall, y llegaría hasta Edimburgo por la Border Historic Route (A7).


Hacía buen día y la temperatura para ir en moto era ideal. La A7 no me defraudó y disfruté mucho pilotando por aquella carretera escocesa que atraviesa parajes y pueblos muy bellos como Hawick, “la tierra del cashmere” y Selkirk , donde el escocés William Wallace, uno de los líderes durante la Guerra de Independencia escocesa, fue declarado guardián del Reino de Escocia, con el apoyo de los nobles y el clero. La película de Mel Gibson, Braveheart, relata muy bien la leyenda de Wallace.


Yo, ahora, estaba atravesando los territorios de la frontera.

Tardé unas 9h30´ en recorrer los 650 km que separan Henham de Edimburgo. Localicé el hotel, el Best Western (52₤), sin dificultad. Este alojamiento lo había reservado por Internet desde Madrid a través de la página de Ryanair. El hotel, moderno y confortable, no está lejos del aeropuerto, en una tranquila zona residencial. Tuve tiempo suficiente para descargar la moto, ducharme, reorganizar el equipaje y descansar un buen rato disfrutando de un té que me tomé en la habitación gracias a la buena costumbre de dejar un servicio para que puedas prepararte una bebida caliente a tu llegada, detalle que encontramos en todos los B&B donde nos alojamos.

Llegar al aeropuerto fue sencillo, estaba bien indicado así que tardé menos de lo calculado. Aproveché para dar una vuelta por la terminal y cenar, un bocadillo y una bebida, la verdad es que tenía apetito pues durante el viaje solo había tomado un par de plátanos y agua. Nos es que siga una dieta especial para hacer grandes viajes, la explicación es que viajando en moto no me apetece comer al mediodía, y prefiero desayunar fuerte, tomar algo ligero durante la ruta y beber mucha agua.

Mientras esperaba el avión de Ryanair, donde venía Reyes, se me ocurrió utilizar uno de los puestos de Internet que había distribuidos por la terminal. Contesté algunos correos personales y lo mejor de todo, entré en el foro de BMW MOTOS, sección Consultas Técnicas y pedí ayuda para tratar de solucionar el problema con la alarma de la moto, no era cuestión de embarcarme en los ferrys y pasar todas las travesías apagándola constantemente. La respuesta no tardó en llegar, siempre hay alguien conectado y dispuesto a ayudar. Con las indicaciones que me dieron conseguí dar con la forma de dejar la alarma en “modo transporte” justo lo que necesitaba para viajar en barco. Internet.

El vuelo llegó puntual. Después de tres días de mi partida de Madrid estábamos juntos en Edimburgo, y al día siguiente dormiríamos en la pequeña isla de Barra, en las Hébridas.

Oban.
Nos despertamos pronto ayudados por las ganas que teníamos de viajar y por la luz que desde tempranas horas del día aparece sobre estas latitudes. Decidimos no desayunar en el hotel porque pagar doce libras por cada uno nos pareció excesivo, seguro que encontrábamos un local donde tomar un buen desayuno escocés y así fue. Por unas ocho libras, ambos, degustamos un abundante “scottish breakfast” en un pub cercano.

La ruta del día nos llevaría hasta Oban, unos 230 kms, y la única condición que teníamos era llegar antes de las 15:00 para embarcar en el ferry con destino a Castelbay, principal población de la isla de Barra. Salimos a las 9:00 de Edimburgo, teníamos por delante toda una mañana para realizar un itinerario que tenía muy buena pinta.

Subimos por Stirling para dirigirnos hacia el Trossachs National Park y remontar el lago más grande en superficie de Escocia, Loch Lomond, con 23 millas de largo por 5 millas de ancho. Este lago es el epítome del esplendor paisajístico de Escocia gracias en gran parte a la balada que cariñosamente se refiere a él: “bonnie, bonnie banks”.

La canción, dicen que es de un prisionero jacobita capturado por los ingleses, que seguro de su destino escribió que él volvería a Escocia mucho más rápido, como espíritu, que sus compatriotas vivos. Loch Lomond es, indudablemente, la pieza central del Trossachs, un territorio de boscosas cañadas, lagos y cumbres donde Sir Walter Scott situó las andanzas del héroe local, Rob Roy, del clan de los MacGregor.


Llegamos a Oban con tiempo y después de confirmar nuestros billetes en la terminal de la compañía Calmac, dimos un agradable paseo por este resort victoriano. La localidad presentaba un aspecto muy animado y como hacía un buen día nos compramos un par de raciones de fish and chips de las que dimos buena cuenta frente al mar esperando la hora de nuestra partida hacia las Hébridas.

El embarque fue puntual y rápido; siguiendo las indicaciones del personal, colocamos la moto en una esquina de la proa del ferry y enseguida la sujetaron perfectamente con una eslinga que abrazó con firmeza a la BMW por la zona del asiento del conductor, por un momento creí que se iba a partir en dos, afortunadamente no llegó a ocurrir.


El ferry zarpó del puerto a la hora prevista y con los primeros vaivenes comenzó un espectáculo de luz y sonido que nunca hubiera imaginado; las alarmas de muchos coches comenzaron a saltar, cuando terminaban unas comenzaban otras y resultaba cómico ver como los dueños salían corriendo a cubierta para intentar atajar la algarabía apuntando con sus mandos “a distancia” a los escandalosos vehículos. Mientras todo aquello ocurría nuestra BMW, la única moto del ferry, permanecía callada, menos mal que yo había solucionado el problema el día anterior. Internet.


Teníamos por delante unas cinco horas de travesía y aprovechamos ese tiempo para curiosear por el barco, disfrutar de la navegación en cubierta, hacer fotos, repasar la guía de viaje y dormir un poco. Cenamos, a bordo, a eso de las 19:00 ya que llegaríamos a Castlebay a las 20:30 y como bien nos previno la dueña del B&B donde nos alojaríamos esa noche, sería muy difícil encontrar un sitio para tomar algo, a esas horas.


En las Hébridas.
Más de 200 islas constituyen el archipiélago de las Hébridas pero solo unas pocas están habitadas, uno de los últimos lugares desiertos que quedan en Gran Bretaña. Dicen que aquí puedes respirar uno de los aires más limpios de Europa y disfrutar de algo que cada vez más es difícil encontrar: paz y tranquilidad.

Soledad, paz y tranquilidad es lo que vino buscando la dueña del B&B donde pasamos nuestra primera noche en las islas. Penélope Migdleton vivía en Londres, donde tenía un restaurante, pero a medida que pasaba el tiempo le resultaba incómodo e ingrato el trato con los clientes y decidió dar un giro a su vida, reinventarse. Hace doce años encargó a una agencia inmobiliaria que le buscase una casa en un lugar tranquilo y aislado. Vendió su apartamento londinense y se compró “Cuitir House”, una antigua casa de campo de más de cien años, en la pequeña isla de Barra, que reunía todo lo que andaba buscando. Acondicionó y decoró la vivienda a su gusto, haciéndola muy acogedora para poder recibir huéspedes como B&B y se reservó una parte privada de la casa para sí misma. Cuitir House está al pie de la carretera que rodea la isla y no fue difícil de encontrar con las indicaciones que Penélope nos dio a través de los correos que intercambiamos al reservar el alojamiento desde Madrid.
Su recibimiento fue muy cálido. Casi al mismo tiempo que nosotros llegó otra pareja de ingleses que ocuparon una de las tres habitaciones de las que dispone la casa y la reunión de viajeros se animó, ni que decir tiene que nuestro viaje fue el tema principal de la conversación, éramos los primeros españoles que se alojaban en la casa y si añadimos el dato de que íbamos en nuestra moto la singularidad del hecho era aún más notable.

Las habitaciones compartían baño pero todo era tan amable que tenías la sensación de estar en casa de un amigo; como es habitual en estos casos hay un pequeño lavabo en el dormitorio y por supuesto, disponíamos del servicio de bienvenida para preparar una bebida caliente acompañada con unas galletas. Nos tomamos un chocolate, que nos supo delicioso, sentados junto a nuestra ventana mirando el idílico paisaje.

Penélope nos recomendó que diésemos un paseo hasta una playa cercana y aunque eran casi las once de la noche había suficiente luz. Caminamos un rato por la solitaria carretera hasta encontrar una senda que atravesaba un páramo de hierba y se dirigía hacia el mar. Y unos metros más adelante, tras unas dunas, apareció ante nosotros una bellísima playa de arena muy blanca.


Allí estábamos los dos, sentados frente al Océano Atlántico, completamente solos, a las once y media de la 
noche de un día que se resistía a terminar. “Find your own perfect beach in Western Isles…”

Al día siguiente debíamos coger un pequeño ferry que nos dejaría en la isla de Eriskay desde la que subiríamos hacia el norte atravesando las islas de South Uist, Benbecula y North Uist. El barco salía a las 11:10 y queríamos dar, antes, una vuelta por Barra. A las 8:00 teníamos preparado un completo desayuno en el salón para huéspedes de la casa. El pan y los yogures eran caseros y estaban riquísimos. La despedida de Cuitir House fue tan cálida como la llegada.

Barra tiene unas cuatro millas de ancho y unas ocho millas de largo, es como la reproducción en miniatura de estas islas, tiene playas de dorada arena rodeadas de verdes prados y antiguas montañas, cultura gaélica y una tranquila población católica, por lo visto se olvidaron de ella cuando llegó el protestantismo en el siglo XVI. Como un pequeño estado feudal fue gobernada durante siglos con relativa benevolencia por el clan MacNeil. Sin embargo, la isla fue vendida en 1838 al coronel Gordon de Cluny quién también había comprado Benbecula, South Uist y Eriskay.

El coronel tildó a los hambrientos agricultores de “desocupados” y propuso convertir Barra en una colonia penal. El gobierno rehusó y el coronel hizo venir a la policía llevándose a cabo una de las más crueles expropiaciones realizadas en las Hébridas. En 1937, Robert MacNeil , un arquitecto americano, recompró la mayor parte de la isla y se convirtió en el 45 jefe del clan MacNeil. En el año 2003 donó al gobierno escocés sus posesiones por el simbólico precio de 1₤/año y una botella de buen whisky. El castillo de Kisimul, construido por los MacNeil en el siglo XI, es la única fortaleza medieval que queda en pie en la Hébridas, y recuerda el dominio del clan en estas tierras. Cuando el descendiente de los MacNeil compró parte de la isla lo restauró y hoy en día, situado a la entrada de la bahía de Castelbay, da la bienvenida a los viajeros.

Barra cuenta también con un pequeño aeropuerto donde los aviones utilizan la playa de Tráigh Mhór para aterrizar; hay otros lugares en el planeta donde sucede lo mismo pero éste es el único del mundo que tiene vuelos regulares. Un entretenido acontecimiento cuando la marea lo permite.

La mañana no acompañaba mucho para el paseo, cielo gris, algo de lluvia y viento así que aprovechamos para reservar, desde la oficina de turismo de Castlebay, los B&B para nuestra estancia en las islas. Nos recomendaron hacerlo para evitar tener problemas a la hora de encontrar donde dormir, ya que no hay muchos. Las reservas se pueden hacer por Internet desde casa aunque también en las oficinas de turismo locales hacen la gestión pagando una pequeña comisión. El precio siempre fue de 60₤.

La terminal del ferry con destino a Eriskay está al NE de la isla, en Aird Mhor lo que nos permitió hacer un pequeño recorrido por la isla a pesar de la lluvia que, por cierto, nos acompañó, intermitentemente, todo el día. A las 11:00 estábamos en el embarcadero que utiliza el ferry que conecta Barra con Eriskay. Cuando llegó el barco, primero, desembarcaron los que llegaban, luego se acercó la furgoneta del servicio de correos para intercambiar la carga y finalmente se procedió al embarque de una forma rápida y ordenada. En diez minutos el ferry estaba listo para partir. La moto quedó perfectamente sujeta por una eslinga que estrujaba al asiento del conductor y se anclaba en dos argollas a ambos lados del vehículo. También ese día éramos los únicos españoles, además en moto, que viajaban en el barco, esto nos hacía sentir un poco más aventureros.


En menos de una hora ya estábamos en ruta. Eriskay, South Uist, Benbecula, North Uist y Bernerary se comunican mediante carreteras construidas sobre el mar. El camino es una “single road” que se ensancha en algunos puntos llamados “passing place” lo que permite dejar paso al vehículo que viene en sentido contrario. La regla es simple, el que llega antes al ensanche espera y cede el paso al vehículo que viene de frente. También es frecuente que las ovejas deambulen por la carretera o estén descansando sobre el asfalto y no debe de ser extraño que en algunas zonas crucen nutrias por delante del vehículo. Nosotros no vimos ninguna aunque las señales lo advertían. El asfalto está bien conservado, agarra bien con lluvia, hay abundantes señales pero debes circular con precaución.

El paisaje es muy abierto, casi no hay árboles pero sí agua, mucha agua, con grandes extensiones de turberas salpicadas de numerosos lagos y algunas montañas de poca altitud, las más elevadas apenas superan los 600 metros y la presencia del océano que descansa en abiertas y solitarias playas de arena muy clara, da la impresión que éstas se extienden casi sin interrupción a lo largo de toda la costa noroeste de la islas. Hay muy poca presencia humana y la soledad del páramo te acompaña en muchos tramos.

Esa jornada nos hizo muy malo. Estuvo lloviendo casi toda el día, el viento comenzó a azotarnos aunque reservó toda su fuerza para el día que llegamos al Butt of Lewis. Un buen equipamiento para protegerse del agua es obligado para viajar en moto por estas tierras. Aquí aprendes rápido que no vale la pena luchar contra las circunstancias, es mejor adaptarte y sacarle partido al día.

Tomamos, un té caliente y un pastel, en la localidad de Lochboisdale, en la oficina de correos. Estos establecimientos están desarrollando la estrategia de reconversión para ser negocios más rentables ofreciendo diferentes servicios a la comunidad. Es una buena idea para localidades pequeñas pues pueden funcionar como tiendas, centros de reunión, oficinas de información, espacios donde conectarse a Internet, etc.

Nuestro alojamiento estaba en la población de Hougharry, en la parte oeste de North Uist. Una casa de reciente construcción, no hay muchas casas antiguas, al estilo de las islas, sobre una pequeña bahía (Sgeir Ruadh B&B). La dueña nos contó que la mayoría de los viajeros que llegan a estas tierras vienen a pescar truchas y salmónes, ver ciervos, ruinas prehistóricas, aves, pero a todos les engancha la paz de estos parajes y la soledad de sus vastas playas.

Como el tiempo mejoró decidimos explorar un poco más la isla de North Uist y dando un pequeño rodeo llegamos a la población de Lochmady “Loch of the Dogs”. Es la localidad más importante, cuenta con un puerto de ferrys que conecta con la isla de Skye. Cenamos en el Tigh Dearg Hotel que se anuncia como “el sabor de las Hébridas” y ofrece una carta a base de salmón fresco, mejillones, langosta, cangrejos y una amplia variedad de pescados. Nuestra cena fue sencilla.
Para el regreso subimos hacia el norte por la carretera costera, vía Sollas. Circulábamos solos, disfrutando del paisaje, no llovía, había una luz muy suave y una completa paz.

En nuestro camino, en la esquina noroeste de la isla, llamó nuestra atención, la Scolpaig Tower, anclada en un islote del lago del mismo nombre. Lo primero que tiendes a pensar al ver la solitaria torre es que es un vestigio medieval, un punto de defensa o vigilancia contra los invasores, pero su historia dista mucho de ser tan interesante, no es más que una demencial construcción proyectada en el siglo XIX para distraer la hambruna que asoló estas tierras.

La tempestuosa punta norte.
Al día siguiente debíamos alcanzar el punto más lejano del viaje, Butt of Lewis. Nos embarcamos a primera hora en el ferry que nos dejaría en el puerto de Leverburgh, en la isla de Harris. En esta ocasión no sujetaron la moto y el operario que me atendió, al ver mi cara de preocupación, me dijo que no habría ningún problema, el mar estaba muy tranquilo y así estaría todo el día. Confié en su experiencia, no me quedó otro remedio.
Navegamos, durante una hora, sorteando pequeños islotes donde descansaban plácidamente grupos de focas, un bonito crucero de no ser por la lluvia que hizo su aparición al poco de partir y no nos abandonaría en toda la jornada. A pesar del mal tiempo, el ferry no se movió y la BMW viajó tranquila, yo también.

El nombre de Harris deriva del antiguo noruego y quiere decir “tierra alta” (high land). Es la isla más montañosa, muy atractiva, inmediatamente su dramático paisaje te engancha y a pesar del viento y la lluvia que aparecen y desaparecen a placer, recorrer estos parajes sintiéndose parte de ellos es una de las razones por las que me siguen gustando los viajes en moto.

Habíamos reservado alojamiento en la isla de Scalpay, no muy lejos del puerto de Tarbet desde donde al día siguiente embarcaríamos hacia la isla de Skye, iniciando ya el viaje de regreso. La single-road que une Tarbet con Scalpay serpentea a lo largo de la costa ofreciendo unas panorámicas de mar y montaña muy bellas. El nombre de Scalpay viene del noruego “skalp-ray” “la isla en forma de barco”. Desde aquí el príncipe Carlos Estuardo “Bonnie Prince Charles” trató infructuosamente de conseguir un barco que le llevase de regreso a Francia después de la derrota en la batalla de Culloden (1746).
Fue el choque final entre escoceses de las Highlands, jacobitas, que apoyaban al príncipe Carlos, y el ejército británico liderado por el príncipe Guillermo, duque de Cumberland, apodado tras la batalla como “Cumberland el carnicero”. Como consecuencia, las represalias civiles fueron muy duras y se promulgaron leyes para erradicar los clanes; las gaitas y la vestimenta tradicional fueron declaradas ilegales. A 3 millas de la población, en la costa norte, se halla el faro de Eilean Glas. Fue el primero levantado en Escocia en 1789 y su luz apunta hacia la isla de Skye.

Nos pareció buena idea pasar primero por el B&B para dejar el equipaje y después dedicar, sin prisas, el resto del día a recorrer el territorio más largo de las Hébridas formado conjuntamente por las islas de Harris y Lewis.

Según se mire, Harris se puede considerar la parte sur de la isla de Lewis o ésta la mitad norte de la isla de Harris. La transición entre una y otra es casi imperceptible y la división no suele estar señalada en los mapas, parece que se debió a un reparto en el clan de los MacLeod, una historia perdida en la bruma del tiempo....

Nada más desembarcar nos acercamos hasta Rodel, donde se ubica uno de los símbolos de Harris, St Clement´s Church. La iglesia está situada en lo alto de un montículo y es el lugar donde yacen los MacLeod de Harris. Más abajo, en el antiguo puerto, el Rodel Hotel construido en 1781, un lugar perfecto para tomar un reconfortante té caliente. El otro símbolo, de alto valor económico, de la isla es el “tweed”, un tejido hecho a base de lana local con el que se confeccionan una gran variedad de prendas, aquí se teje el mejor.

Después de presentarnos y saludar a la propietaria del B&B en Scalpay, “Cnoc-na-Uamha” nos dispusimos a atravesar el vasto territorio para alcanzar la punta más noroccidental de las Hébridas.

El tiempo era pésimo, el viento soplaba con fuerza, llovía, unas veces con intensidad y otras de forma más suave, el cielo tan pronto se volvía de un gris oscuro amenazador como se abría en grandes claros dejando que el sol nos calentara brevemente. Pero la isla de Harris, nos compensó. Las montañas aparecían majestuosas cuando la niebla se disipaba o como figuras fantasmales cuando las cubría, fuertes pendientes tapizadas con un manto verde se precipitaban hacia amplias bahías, la carretera parecía buscar paso entre lagos y turberas, acercándose a la costa o bordeando fiordos encajonados entre las altas montañas. Estábamos siguiendo la Golden Road. Su nombre se debe a la elevada suma de dinero que se empleó en su construcción debido a las dificultades del terreno. Es, probablemente, una de las carreteras de un carril más bellas del mundo.

Subimos por el lado oeste de la isla de Lewis para poder ver Callanish Standing Stones, un conjunto de monolitos más antiguos que los del Círculo de Piedras de Stonehenge y de los que su función sigue siendo un misterio. También visitamos Gearannan Blackhouse Village, en la población de Carloway. Es un grupo de humildes casas de piedra con tejado de paja donde vivían los granjeros; las últimas fueron abandonadas en 1974 pero han sido restauradas y se utilizan como pequeño museo y albergue.

Lewis tiene un paisaje estepario, comparado con el de Harris, resulta más monótono pero la lluvia y especialmente el viento, que no dejó de zarandearnos en los últimos kilómetros, lo hicieron más duro. Y por fin, por una estrecha carretera llegamos a la desierta y tempestuosa punta norte de las Hébridas, el faro de Butt of Lewis, en el borde del mundo. La emoción de haber ido hasta allá era mucho más fuerte que el viento que nos azotaba. El poderoso faro, que se eleva a 37 metros sobre los acantilados y a 52 sobre el nivel del mar, domina la línea del cielo y sirve de guía a los que viajan por tierra o por mar; su luz se extiende a más de 25 millas en el Atlántico. Fue construído en 1862 por David Stevenson, padre del novelista escocés Robert Louis Stevenson, La isla del tesoro, El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde. Durante 136 años tenaces fareros y sus familias cuidaron de él hasta que en 1998 se instaló un completo sistema automático cerrando toda una historia de faros y fareros.

Hace algunos años el “Guinnes Book of Records” lo reconoció como el punto más ventoso del Reino Unido. En invierno la velocidad del viento puede superar los 160 km/h.

Los acantilados que rodean al faro albergan una fauna muy variada, especialmente de aves marinas, un sueño para los ornitólogos. Sentarte un rato a ver las maniobras de las aves en su lucha contra el viento cuando se acercan a las rocas o al agua es todo un espectáculo.

De repente, como una aparición, mientras hacíamos fotos como podíamos, resistiendo el vendaval, pasó sobre nosotros, en un escalofriante vuelo a ras de los acantilados, un caza de la Royal Air Force. El ruido fue tan fuerte que nos sobrecogió, tardé unos segundos en recuperarme de la impresión. Solo le faltó sacar la mano por la ventanilla y tocar el faro. El avión desapareció tan rápido como llegó. La tarde empeoró y lo más sensato era abandonar el lugar e iniciar el camino de vuelta hacia Scalpay. Todavía nos quedaban horas de luz pero el tiempo aconsejaba no demorar la marcha.

Habíamos ido hasta uno de los baluartes más lejano y solitario de Europa y tras 3.065 km regresábamos. Llegamos a Stornoway, “capital de la Hébridas” a última hora de la tarde y nos pareció buena idea descansar un rato y cenar algo. La ciudad fue un importante asentamiento vikingo. Hoy es la población más relevante de las islas con una animada vida cultural en verano, es el centro del Hebridean Celtic Festival que se celebra en la segunda quincena de julio. Lo que más llama la atención al llegar a la ciudad es el Lews Castle, una pomposa mansión en forma de castillo construido en 1863 por Sir James Matheson,, después de reasentar a los granjeros que vivían allí; Matheson había hecho fortuna importando opio desde China. Cuentan que en el invernadero de la casa, Lady Matheson ofreció té a los manifestantes que desde la isla de Bernera marcharon sobre la ciudad. Las revueltas tuvieron su origen cuando los granjeros desafiaron las órdenes de desahucio promulgadas por el señor de las tierras, Sir James. La verdad es que la revuelta no fue tal pero tres hombres fueron arrestados y acusados de asalto. Los granjeros marcharon hacia Lews Castle y pidieron audiencia con Matheson, mientras esperaban Lady Matheson les invitó a merendar. Sir James los escuchó y declaró desconocer los manejos de su administrador, Donald Munro. En el proceso que siguió, Munro fue desenmascarado como un tirano despiadado y los granjeros quedaron absueltos. Un ejemplo más de las historias de opresión de los poderosos.

Tomamos una cerveza y un plato de salmón fresco en el pub del Caledonnian Hotel justo enfrente de la terminal de ferry de la Caledonnian MacBrayne., un lugar donde puedes encontrar ese tipo de personajes que hacen que un viaje resulte inolvidable. Aún nos quedaban un par de horas de camino hasta Scalpay y aunque el descanso y la cena nos habían sentado muy bien después de un día de lucha contra los elementos, teníamos ganas de llegar al B&B.

El regreso fue poco menos que emocionante. El viento y la lluvia siguieron siendo molestos compañeros de viaje pero, de nuevo, la luz, la suave luz de las Hébridas transformó la ruta en un recorrido muy bello. Recordé, en la intimidad de mi casco, algunas estrofas de la canción que Raimon compuso en 1959:

Al vent, Al viento,
La cara al vent, la cara al viento,
El cor al vent, el corazón al viento,
Les mans al vent, las manos al viento,
Ells ulls al vent, los ojos al viento,
Al vent del món, al viento del mundo

Habla del viaje que realizó, de paquete, en moto, cuando tenía 19 años; de la vivencia de encontrarse todo él inmerso en el viento y expresa magistralmente el espíritu de libertad. Fue todo un símbolo en una época donde esa libertad hubo que reclamarla. En ese momento, me pareció que esos versos representaban la esencia de los grandes viajes en moto. Reyes estaba deseando llegar.

Al día siguiente partía nuestro ferry con rumbo a la isla de Skye, dejando atrás a las Hébridas Exteriores con un sentimiento de nostalgia que nos hará volver, esta vez acompañados de nuestras hijas.

El barco cruza en dos horas y media el Mar de las Hébridas desde Tarbet, en la isla de Harris, hasta Uig, en la isla de Skye. En Skye, el paisaje es diferente, las montañas parecen levantarse sobre la accidentada costa como si fueran las alas de una mariposa gigante, un verde muy vivo tapiza la tierra donde destacan las casas blancas de tejados oscuros y una climatología capaz de cambiar en pocos segundos.

Bajamos, bordeando la costa, hasta Portree atravesando la península de Trotternish donde se encuentran algunos de los paisajes de roca volcánica más raros de la isla. Luego por el Skye Bridge dejamos las Hébridas Interiores y entramos en las Highlands y unos kilómetros más adelante nos dio la bienvenida un inmortal hihglander, el castillo de Eilean Donan, probablemente el monumento de Escocia más fotografiado.
Nuestro propósito era avanzar lo más posible para llegar a dormir cerca de Fort William pero a media tarde nos topamos con el Glenmoriston Arms Hotel, una antigua posada de 1740 en la población de Invermoriston rehabilitada según el buen gusto escocés. Reyes me preguntó hasta cuánto estaríamos dispuestos a pagar. Le contesté que hasta 100 libras, nos pidieron 90 libras incluyendo el desayuno... allí nos quedamos.

En un viaje de este tipo un día de cierto “glamour” es necesario. Habíamos hecho unos 210 kms y estábamos junto al lago Ness. No hay historia o leyenda que no esté relacionada con un loch, casi siempre envuelto en bruma y misterio, que termina poblado por monstruos y fantasmas.

El lago Ness forma parte con otros tres lagos, que deben albergar criaturas tan extrañas como el propio “Nessie”, del Gran Glen, una inmensa falla de origen glaciar que corta diagonalmente el país. Recorrer las orillas de estos lagos que parecen no tener fin supone, en cierta manera, ir al encuentro de esas leyendas.

De vuelta a casa.
Los últimos días de viaje se consumieron en largas jornadas de moto atravesando territorios que bien merecen un viaje en exclusiva.

Bajamos siguiendo la falla del Gran Glen, a las orillas de los lagos Ness, Lochy y Linnhe; nos impresionó la belleza del Glen Coe, que perteneció al clan de los MacDonald y donde habitó un antiguo supervolcán que entró en erupción hace 420 millones de años, luego los glaciares tallaron su perfil y hoy es un valle rodeado de picos tapizados de terciopelo verde, cuyas cumbres con frecuencia aparecen envueltas en nubes y sus flancos rasgados por cascadas de rocas. Su nombre quiere decir “valle del llanto” probablemente en referencia a un hecho de su dramática historia, la Masacre de Glencoe ocurrida en 1692. Treinta y ocho MacDonald fueron asesinados por los invitados, a los que habían dado su hospitalidad, con el motivo de que no habían prometido, aún, lealtad al nuevo rey, Guillermo de Orange. Mujeres y niños murieron a la intemperie después de que sus hogares fuesen quemados. Había que acabar con el poder feudal de los clanes.

Desde Glasgow hasta Londres viajamos bajo una intensa lluvia capaz de quebrar el ánimo de los más intrépidos viajeros. De Londres a París, en un día, cruzando el Canal de la Mancha por debajo del mar en un tren, expresándolo así parece el principio de una novela de Julio Verne.

El atardecer, inolvidable, sobre la cresta de la Gran Duna “Dune du Pilat” , la más alta del continente, a la entrada de la bahía de Arcachón, en la región de Las Landas; 60 millones de metros cúbicos de fina arena que parecen querer devorar el mayor de los bosques de Europa.

Y el calor, el fuerte calor del último día que nos dejó la fuerza justa para llegar a casa y aparcar la moto en el garaje. Después de 6000 kms, nuestro viaje a las Hébridas había llegado a su fin.

GUÍA PRÁCTICA.
Km totales: 6260
Consumo medio: 5-6 litros/100 km
Peajes (España-Francia): 140€ ida/vuelta
Moneda: Libras esterlinas (GBP) 1£= 1,10€
Gasolina: 1,60-1,65 €/litro (Francia) 98 octanos
1,45 £/litro 97 octanos (GB)
1,45-1,48 £ /litro 95 octanos (Hébridas). Es la única que encuentras.
Alojamientos e información: www.visitscotland.com
www.visithebrides.com (unas 60 £/hab doble y desayuno)
Transporte: www.calmac.co.uk (un servicio y un trato muy buenos)
www.eurotunel.es

Y para ambientaros no dejéis de escuchar la música de Julie Fowlis.

AGRADECIMIENTOS.
MOTOS ULLA (www.motosulla.com) Nuestra BMW ha rodado perfecta por Europa.
Revista MOTOVIVA
SOCIEDAD GEOGRÁFICA ESPAÑOLA
EXPLORAMOTO TV
Y a Ignacio del Río, amigo y compañero de trabajo, por sus logotipos y su paciencia.
Más fotos....
El relato del viaje será publicado por la revista MOTOVIVA próximamente.
José Ramón Noguerol

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad Jose Ramon como me recuerda a nuestros viajes ¿te acuerdas hace ya mas de 20 años por Suiza en aquellas motos terciarias....?
Tu amigo Félix

Anónimo dijo...

Hasta John O´Groats en Escocia, llegue yo también, un viaje increible del que recuerdo viento, mucho viento y zonas donde la vida pasa muy despacio y tranquila
Félix

errante dijo...

Hola Jrnoguerol, he leido tu comentario en el hilo del foro BMW VAIJES/Inglaterrra, y al ver la dirección de blog, no he podido resistir la tentación de echarle un vistazo..., al final "de cabo a rabo".
Estupenda aventura y mejor aún relatada. Gracias por compartirla.
Este verano (agosto) tengo la intención de aventurarme en Escocia, espero disfrutar y que me salga todo tan bien como a vosotros.
Mi nick en el foro es Errante.

V'sssssss

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