Con una latitud por encima del paralelo 60, la mayoría de los mapas colocan al archipiélago de las Shetland en un recuadro en algún punto distante de Aberdeen (Escocia), de hecho, están más cerca de Bergen (Noruega) que de Edimburgo y más cerca del Círculo Polar Ártico que de Manchester; un archipiélago situado donde el mar del Norte se encuentra con el Atlántico, en el confín boreal.



El viaje.

En solitario. No era ningún reto personal ni me apetecía especialmente ir solo, simplemente las circunstancias se dieron así.


El viaje dependía únicamente de mí, tenía total libertad para elegir la ruta o cambiar los planes cada día, pero también era más vulnerable y debía tener especial cuidado con la seguridad y no asumir riesgos innecesarios durante el viaje. Trataría de hacer sencillo el viaje. Por otro lado no tenía ni idea de cómo me sentiría anímicamente durante los doce días y medio que duraría la aventura.

Saldría de Madrid hacia Bilbao para embarcar en el ferry con rumbo a Potrsmouth (Reino Unido). Desde allí el recorrido me llevaría hasta las tierras altas de Escocia, las Highlands. Subiría por su costa oeste. Ullapool y Durness serán espectaculares puntos de paso. Intentaría alcanzar Cape Wrath, el cabo de la ira, la punta más noroccidental del territorio. Al este, los acantilados más altos de Gran Bretaña, Clo Mor. Desde allí por la temible costa norte hasta Dunnet Head, el extremo más septentrional y a la legendaria punta de John O´Groats.

Embarcaría en Scrabster con destino a las islas Orcadas, navegaría  atravesando el temible Pentland Firth, hasta alcanzar el puerto de Stromness. Pasaría una jornada haciendo un  recorrido por estas islas cercanas a la costa escocesa.

Al día siguiente de nuevo embarcaría en el puerto de Kirkwall con rumbo a las Shetland.  Navegar toda la noche para atracar por la mañana muy temprano en Lerwick, la capital,. Tendría casi cuatro días  para visitar el archipiélago. El regreso en barco desde Lerwick (Shetland) a Aberdeen (Escocia). Desde Aberdeen toda la jornada para bajar hasta Portsmouth donde tomaría el último barco hasta Bilbao y por último... Madrid.  Calculé casi unos 4000 km que realmente se convirtieron en 4700 km.

Inglaterra

La bodega del barco habilitada para las motos estaba llena de motoristas ingleses que regresaban  después de haber viajado por nuestra costa norte, Francia, Portugal y parte del Mediterráneo. Motos, pilotos y pasajeros de todo tipo.



El barco llegó a Portsmouth después de una placentera travesía a mediodía y mi plan para lo que quedaba de jornada era avanzar lo más posible y buscar alojamiento por el camino.Tráfico, mucho tráfico  y calor. En el cielo nubes que empezaban a juntarse y a amenazar  con descargar todo el agua que llevaban dentro justo encima de mí. Y así lo hicieron.


Había planificado llegar hasta Grantham más que nada atraído por las historias del conde Grantham que la serie de televisión Downton Abbey relata. Pura ficción que además no se desarrolla allí. Pero luego me enteré de que en 1980 fue elegida “como la ciudad más aburrida de Gran Bretaña”, quizás en parte por ser el lugar de nacimiento de Margaret Thatcher o porque tienen la biblioteca pública más antigua del país o porque de esta ciudad fue la primer mujer policía en el mundo o porque aquí estudió Isaac Newton, quién sabe, son cosas de la BBC. Poco tiempo después del nombramiento abrieron un cine y una bolera.

Llegué a la población a última hora de la tarde soportando estoicamente un tremendo aguacero y solo pude encontrar una habitación para minusválidos en un hotel de esos que están en las salidas de las autovías. Correcto, sin desayuno y caro. Era el único alojamiento que no había preparado esperando encontrar un amable B&B pero era tarde, estaba lloviendo y no tenía ganas de seguir.

Escocia

Me levanté temprano y me marché del hotel a toda prisa. Me esperaba Escocia, un territorio donde la naturaleza se manifiesta con toda la grandiosidad de los mundos sin dulcificar por la mano del hombre. Dicen que el mejor modo de sumergirse en el paisaje escocés es caminando o... viajando en moto.

Entrar en Escocia me cambió el ánimo. Pese al viento, la llovizna o los mosquitos, recorrer estas tierras es un placer. Una tierra infinitamente verde, de brumas y lagos misteriosos, páramos, pantanos y brezales donde los fantasmas de la historia están por todas partes. Fue el dominio de una estructura celta  de clanes que tras desaparecer en Irlanda  había sobrevivido  en las montañas de las Tierras Altas.

Para esa noche tenía alojamiento en el Youth Hostel de Aviemore, una pequeña población en el corazón del Parque Nacional de los Cairngorns, muy cercana a la segunda montaña más alta de Escocia, el Ben Macdui donde habita una presencia invisible que provoca sensaciones extrañas a los que por allí se acercan. Es una tierra llena de leyendas y misterios fascinantes.


El albergue es confortable. Había tenido la precaución de reservar desde Madrid e hice bien porque estaba lleno. Estos alojamientos  son cómodos, bien situados, el precio es ajustado y el personal que los atiende te brinda toda la información que necesites con mucha amabilidad. Compartí habitación con otras cinco personas y descansé  bien, todo el mundo se esforzaba en no molestar a los demás.

Aquí fui consciente de otra de las características de viajar solo. Estás obligado a darte a conocer, ser más espontáneo y a hablar con los extraños, más que si viajas en pareja o en grupo.

Las Tierras Altas

Amaneció soleado. Salí temprano del albergue y busqué un lugar en Aviemore donde desayunar. El pueblo despertaba lentamente y muchos negocios estaban aún cerrados. Encontré un café abierto y pregunté si podía desayunar. El local no podía oler mejor a bollos recién hechos, pasteles y café. Sobre la mesa extendí mi mapa y repasé la ruta que haría durante el día hasta llegar por la tarde a Durnness donde tenía reservado otro albergue para esa noche. Durante toda la jornada me perdería por las carreteras de las Highlands buscando la costa para alcanzar Durnness.

Dicen que es en las Highlands septentrionales  donde se halla el alma melancólica de Escocia. Una tierra épica de agreste belleza, neblina y turba, brezo y la bendición del sol que cuando aparece compensa el tiempo de lluvia. Resulta muy reconfortante llegar a un pub, sentarte tranquilamente y disfrutar de un té, un café o una pinta de cerveza después de que la climatología te ha puesto a prueba. No importa, estás allí y lo mejor es disfrutar haga el tiempo que haga.

Empezé la ruta pasando por el lago Ness y el castillo de Urquhart. El lago profundo, oscuro y angosto de 37 km de longitud y la fantástica ubicación del castillo parecen preparados para recibir la visita de esa extraña criatura  llamada Nessie.









Desde allí a uno de los lugares más atractivos de las Highlands, el puerto de Ullapool. Aparqué la moto y enseguida un grupo de franceses se paró a entablar conversación. Uno de ellos tenía también una BMW y conversación se animó comentando “las hazañas” de cada uno.  Cuando les conté hacia dónde iba creí por un momento que se venían conmigo. Nos despedimos y paseé un rato junto a las fachadas blancas de las casas dispuestas a lo largo del puerto. Encontré un “fish an chips” local y me encargué una buena ración para comerla sentado en uno de los bancos frente al puerto. Un par de gaviotas de buena gana se habrían apuntado al banquete pero no tenía intención de invitarlas.






A partir de Ullapool las carreteras se estrechan, serpentean, remontan collados y se precipitan hacia valles profundos; se suceden los lagos y las montañas se vuelven abruptas. Los pueblos y granjas cada vez se distancian más, se recorren kilómetros y kilómetros sin rastro humano. Conduzco despacio y he levantado la mentonera del casco, quiero quedarme con el aroma de estas tierras. Compartir con alguien la belleza de la ruta es algo que viajando solo no tienes y compartir es muy gratificante.

La costa norte

La abundancia de agua es tan grande en las Highlands que el Gobierno excluye ríos y lagos al cuantificar la superficie del país.. También calcula que hay unos 4905 kilómetros de costas que incluyen acantilados, playas, penínsulas y valles que se asoman directamente al mar. Los 110 km que separan a Ullapool de Durness por carretera es quizás el trayecto más espectacular no solo por el paisaje sino porque también  tienes la sensación de estar en otoño por la presencia de colores en continuo tránsito con fondos verdes, marrones o amarillos, y pinceladas de rojos, grises y azules esparcidos por brezales, estepas, pedregales o pastos. Así son las Tierras Altas.








A media tarde llegué a Durness. Es una población de casas dispersas que se tiende a lo largo de acantilados que se alzan sobre playas.Tenía reservada una noche en el albergue que resultó un alojamiento perfecto. Son dos sencillas casa de madera, en una están los dormitorios y en la otra el salón, una cocina y un pequeño comedor. La encargada Marie Anne es encantadora y mantiene el lugar muy bien. No tuve problemas en elegir cama, sólo había otro huésped esa noche.







Me fui a dar una vuelta antes de cenar. Como las casa están tan dispersas no tuve mas remedio que coger la moto para explorar Durness. Cuando me acercaba a la playa de Balnakeil a poco más de un par de kilómetros empezó a llover con fuerza pero hice unas de las fotos más bonitas del viaje en aquel lugar. La luz cambiante que la tormenta producía, la arena de la playa, los acantilados de Cape Wrath y Clo Mor al fondo y la tranquilidad del lugar crearon un momento que me será difícil olvidar. Allí estaba yo, viajando solo con mi fiel RT.



Al día siguiente me levanté temprano, desayuné en el albergue y después de repasar la ruta puse rumbo a John O`Groats. Tenía intención de hacer la excursión hasta Cape Wrath pero los horarios del bote que tienes que coger y del minibús que te acerca hasta el faro no me iban a permitir llegar al ferry que me llevaría hasta las islas Orcadas. Tomé la decisión de renunciar a hacerlo sintiéndolo mucho.





John O´Groats es un aparcamiento con puestos para los turistas pero es de esos lugares a los que tienes que ir y hacerte una foto. En Gran Bretaña utilizan la frase “Land´s End to John O´Groats” para referirse a cuando alguien va a realizar un largo viaje. De hecho, John O´Groats es el punto final de una ruta de 1406 km que parte de Land´s End en Cornualles, un duro camino para ciclistas y caminantes.

A pesar de esta fama dediqué el tiempo justo a sacar unas fotos, incluyendo “la oficial” que te hace un amable señor y que previo pago de unas 10 libras te la envía a  casa en un par de semanas. Ya la tengo y me resulta simpática.



El punto que sí me gustó fue Dunnet Head, el límite norte del Reino Unido. El faro, construido por el abuelo de Robert Louis Stevenson, está sobre los acantilados que caen sobre el estuario de Pentland y desde allí se observan las Orcadas, mi siguiente destino.






Islas Orcadas

Embarqué en Scrabster a última hora de la tarde. La moto quedó perfectamente sujeta  en la bodega del ferry, era la única moto que viajaría abordo. La travesía duró una hora y media y fue muy tranquila a pesar de cruzar el temido Pentland Firth, una de las vías navegables más peligrosas de Europa.








Para llegar a las Orcadas se pueden tomar diferentes ferries, yo elegí la compañía Northlink porque en su travesía pasaba junto a una leyenda de las islas, el Old Man of Hoy, una columna rocosa de 137 metros de altura, el orgulloso vigilante de piedra que guarda la costa de las isla de Hoy pero que la fuerza del mar acabará por echar abajo. La luz tan especial de las tierras del norte era perfecta para las fotografías y el Old Man fue la estrella del momento.









El ferry entró despacio en el pequeño puerto de Stromness, un lugar encantador. La calle principal junto a la orilla con sus casitas de piedra produce la sensación de que la población no ha cambiado mucho desde el siglo XVIII.



Había reservado alojamiento en el Orca Hotel, un acogedor alojamiento situado cerca del puerto, muy hogareño. Salí a dar una vuelta y de paso comprar para cenar más tarde tranquilamente en la habitación. El paseo fue corto, una ida y vuelta por la estrecha y poco animada, a esas horas, calle principal. El día no dio para más.


Por la mañana durante el desayuno repasé la ruta del día. Tenía toda la jornada para realizar un completo recorrido por la isla principal, Mainland .ya que hasta la noche no embarcaría en el puerto de Kirkwall con destino a las Shetland.







Dicen que las Orcadas es el corazón neolítico de Escocia. Estas islas llanas y verdes a las que el viento ha despojado de árboles albergan antiguos megalitos y poblados prehistóricos que indican que la vida durante la Edad de Piedra era mucho más refinada de lo que se podía imaginar. Un suelo fértil y un clima suave hicieron de estas islas una tierra de promisión para los colonos neolíticos.

Lugares como Skara Brae, la inquietante Maes Howe, el Ness of Brodgar, las piedras de Stenness, más antiguas que el famoso  Stonehenge, el Ring of Brodgar, el gran círculo de menhires que dan la sensación de guardar algún secreto o parecen mirar con desdén a los visitantes.





Pero también hay huellas de un pasado mucho más reciente como Scapa Flow, un excelente puerto natural, donde se colocaron las Churchill Barries en 1939 para proteger el puerto después de que un submarino alemán entrara en él y hundiera al acorazado Royal Oak. .










Los canales marítimos quedaron bloqueados  y aún unen las islas sosteniendo la carretera que une Kirkwall con Burwick.  O como Lamb Holm, la capilla italiana construida por los prisioneros italianos que trabajaban en las Churchill Barriers.



Y por último Kirkwall, la población más importante con una calle principal llena de tiendas y serpenteantes callejones “wynds” que le aportan un carácter especial. La catedral de St. Magnus ocupa el puesto de honor. La animada calle comercial quedó vacía a última hora de la tarde, la gente desapareció. Busqué un lugar donde cenar algo, descansar y esperar la hora del subir al ferry que me dejaría a la mañana siguiente en las Shetland.







Islas Stheland

El ferry salió de la niebla que ese momento cubría el puerto de Kirkwall como si fuera un fantasma. Una escala para dejar pasajeros que venían de Aberdeen (Escocia) y coger a los que íbamos a Lerwick (Shetland). La travesía nocturna dura unas siete horas y lo único que puedes hacer es dormir. Me acomodé en mi “sleeping pod”, una gran butaca reclinable y el sueño me venció enseguida.


A las 7 de la mañana el barco entró en el puerto de Lerwick. Era un día gris y estaba lloviendo. En esta ocasión solo dos motos iban en el barco. Una pareja de ingleses, entrados en años, en una BMW 1100RT y yo. Nos despedimos en la bodega del barco deseándonos buen viaje. Luego a lo largo del día me los encontré un par de veces.










No había desayunado y como no tenía mucha prisa pues hasta por la tarde no tenía que llegar al B&B que había reservado me lo tomé con calma y busqué un lugar donde tomar algo. Pero era muy temprano y estaba todo cerrado, por fín encontré un bar donde se podía desayunar. Di buena cuenta de un espléndido scotish breakfast.




Seguía lloviendo pero había que aprovechar la mañana. Primero traté de que algún lugareño me sacase una foto en un cartel que daba la bienvenida a las Shetland. Quizás por efecto de la latitud, 60º N, o por la lluvia o por madrugar, ninguno conseguía encuadrar bien la foto y aburrido de tanto intento opté por quedarme con la foto menos mala y empezar la ruta.


Primero localicé un gran supermercado y entré a comprar la comida, la cena del día, agua y tres pequeñas botellas de vino también para la cena. Cuando llegué a pagar el cajero lo primero que hizo fue apartar las botellitas de vino, yo no entendía nada pues hablaba muy rápido y con un fuerte acento nórdico. Al final comprendí que hasta las 10 de la mañana no se podía vender alcohol así que las tres botellitas se quedaron allí.

Centro y oeste de Mainland

Llené el depósito de la RT (1,5 GBP/litro) y tomé la dirección a Scalloway, la antigua capital de las Shetland es un pueblo de pescadores donde su principal reclamo es el castillo, un torreón del siglo XV.

Al aproximarte la carretera te ofrece una vista espectacular de la pequeña ciudad y de las islas al sur y al oeste. Scalloway también tiene su historia durante la Segunda Guerra Mundial. La resistencia noruega gestionaba desde aquí una operación naval clandestina que transportaba agentes, refugiados, voluntarios y pertrechos para la resistencia, incluso en diciembre árboles de navidad; se llamaba el “autobús de la Shetland”.



Seguía lloviznando pero el rugoso asfalto filtraba bien el agua con lo que la conducción era segura. Además la RT siempre se ha mostrado muy fiable en estas condiciones.


Inhóspitos páramos, acantilados escarpados, ondulantes montes verdes y numerosos lagos y ensenadas era el paisaje que iba descubriendo a medida que me adentraba en el lado oeste de Mainland. Había momentos en que la soledad de la carretera me invadía de tal forma que tenía que parar para comprobar que no me había perdido.

Es imposible desestimar la influencia del clima en estos lugares. En invierno los vendavales son una rutina y los “shetlanders” toman con tranquilidad los ocasionales huracanes señalando a los días de agradable calma como “un día de entretiempo”.

Incluso en los meses de verano, más a menudo que no, hará viento y lloverá pero a cambio podrás tener las cuatro estaciones del año en un solo día. El chill-factor del viento no hay que tomarlo a la ligera y con frecuencia hay humedad y llovizna en el ambiente. Por supuesto, hay algunos buenos ejemplos del término “seco”, el tiempo soleado desde Mayo a Septiembre que suele producir nieblas marinas.

Tratando de adaptarme lo mejor posible al tiempo tan cambiante decidí utilizar el equipo de lluvia lo menos posible, sólo en casos extremos pues de otro modo tendría que estar parando frecuentemente para quitarme y ponerme el equipo. Afortunadamente la temperatura era agradable y tanto los guantes y botas de goretex como la chaqueta Tourshell de BMW y el pantalón de la marca Garibaldi funcionaron correctamente y simplifiqué  el problema.

Al noroeste la carretera atraviesa un desolado páramo y luego desciende hasta Sandness, una pequeña comunidad agrícola. El paisaje, sin árboles, es una mezcla de estériles páramos y lagos de turba, no parece tan fértil como el de las Orcadas y predominan las granjas de ovejas.





Para llegar al alojamiento tenía que subir hacia el norte y el paisaje comenzó a cambiar. Dejó de llover y disfruté de unos tramos muy bellos de carretera. Montes pardos de turba mezclados con verdes pastos que de vez en cuando dejaban espacio a lagos algunos de los cuales parecían adentrase en las gélidas aguas del Mar del Norte. Y esa tarde percibí otro de los fenómenos naturales más característicos de estas latitudes, “el simmer dim”, la suave luz crepuscular lo que hace el verano de las Shetland  memorable. Dependiendo de la luz el paisaje adquiere matices distintos.



Al salir de un divertido trazado de curvas me encontré con una tranquila bahía, Lower Voe, y decidí parar a tomar un café. El Pierhead Restaurant & Bar resultó un bonito y agradable lugar para detener el ritmo del día. Desde las 7 de la mañana casi no había parado y no es que fuera deprisa pues me detenía a hacer fotos, a mirar el paisaje, a comer, a consultar la ruta, pero todo lo había hecho a un ritmo constante que no me había permitido sentir la emoción de que estaba en las Shetland. Me relajó mucho esa parada.




Llegué al alojamiento a media tarde. El B&B está en la isla de granito rojo de Muckle Roe unida a la península de Brae por un puente. El lugar me pareció perfecto, muy acogedor y confortable (Vadsdal B&B). El recibimiento fue muy cordial.


Después de una reconfortante ducha y organizar el equipaje en la habitación salí a dar un paseo por los alrededores. La casa está situada sobre un pequeño entrante del mar, Roe Sound en la bahía de St. Magnus frente al Atlántico y como es habitual por estas tierras las poblaciones suelen estar bastante diseminadas por lo que el paseo consiste en caminar por la carretera disfrutando del paisaje y del “simmer dim”.

Mientras hacía unas fotos conocí a otros de los habitantes de las Shetland, las aves marinas. De las 24 especies que hay censadas en Gran Bretaña, 21 son de aquí y las hay a millares. Uno de estos habitantes se empeñó en no dejarme hacer una foto a un islote que estaba lleno de aves. Fue tal su insistencia que tuve que marcharme gritándole que ya me iba y como respuesta intentó mancharme lanzándome un buen excremento que por fortuna no me alcanzó.

Después de este hostil encuentro decidí que ya era hora de regresar y cenar en la tranquilidad de mi habitación tomándome además una copa de vino gracias a que en la tienda de un pueblo había comprado tres botellitas, una para la cena de cada día de los que estaría allí.








Como tenía wifi antes de acostarme hablé con la familia y colgué unas cuantas fotos y comentarios en Facebook. Hay que reconocer que con estos inventos puedes viajar solo pero no sentirte solo.


El día no dio para más. Dormía en las lejanas Sehtland.

El norte de Mainland

Quería desayunar lo más temprano posible para aprovechar el día recorriendo el norte de Mainland, la isla principal. Pero el tiempo de vacaciones hay que tomarlo con cierta clama y la dueña del B&B me sugirió amablemente retrasar la hora del desayuno. Hay luz desde horas muy tempranas pero su vida tampoco se acelera por ello así que entre las 9:00 tenía el desayuno preparado en el salón de la casa.  Debió decirnos a todos los huéspedes lo mismo pues allí estábamos puntuales una pareja de alemanes, un motorista inglés y yo. Salvando con buena voluntad y humor las diferencias del idioma es fácil entablar una agradable conversación durante el desayuno. De dónde venimos, qué planes tenemos, qué tiempo hará hoy, qué se puede ver que no aparezca en las guías y esas cosas.

Como era de esperar entre el motorista inglés y yo surgieron los comentarios sobre las motos. El llevaba una preciosa deportiva Kawasaki 1000. Estaba muy contento con ella especialmente con su aceleración y frenada. No sé si yo a estas alturas sería capaz de viajar en una moto así.

El norte es una zona muy pintoresca y el paisaje me pareció impresionante producto de la batalla entre la roca y las fuerzas del agua y el hielo que han intentado durante milenios romperla. Tallada por la última glaciación la costa presenta  duros acantilados con formaciones rocosas que testifican la continua lucha con los elementos.




Para llegar cruzas un istmo tan estrecho que tienes la sensación de circular sobre una gran roca que separa el Mar del Norte del Océano Atlántico, entras en la península de Northmavine.

A unos 20 km al NO la carretera termina en los farallones de basalto rojo de Eshaness formando uno de los paisajes costeros más salvajes de las Shetland. Desde el faro se puede disfrutar de un buen paseo, si el tiempo está en calma pero no debe ser muy recomendable hacerlo cuando los vientos huracanados del Atlántico azoten el océano y empujen a las gigantes olas hasta chocar contra la base del acantilado. Pero, de hecho, es un territorio mucho más apacible que lo que esperas encontrar en lugares situados en la misma latitud como Alaska o Groenlandia. Las islas están bañadas por las aguas relativamente cálidas de la corriente del Atlántico Norte que proporciona un clima más suave que muchos de sus vecinos.




Las que  parecen estar muy a gusto son las aves marinas que llenan estos acantilados. Para los aficionados a la observación de estas aves esto es un paraíso. También recomiendan estar muy atento al mar porque en verano deambulan por las aguas costeras orcas, cetáceos y nutrias marinas.




La vida en las Shetland está muy animada por muchos eventos a lo largo del año pero es en verano cuando se organizan más, por ejemplo, el Nature Festival of Shetland en los primeros días de julio.
A 1,5 km hacia el sur y tomando una carretera secundaria llegas a el Tangwick Haa Museum. Es una casa del s XVII que tiene una interesante colección de objetos y antiguas fotografías que reflejan la fuerte identidad comunitaria del lugar.





Una curiosa forma de alojamiento que hay por aquí es utilizar un “böd”. Es una pequeña casa de piedra con una puerta muy baja; es muy sencilla y no tiene agua ni electricidad aunque puedes comprar combustible en alguna población cercana. Me encontré una de estas en Hamnavoe a unos 6 km de Eshaness; en ella nació Jhonny Notions Williamson, un herrero del siglo XVIII que vacunó contra la viruela a varios miles de personas con un suero y un método de su invención.


En el puerto de la población de Hillswick encontré la casa de unos campesinos hippies que era una antigua factoría hanseática construida hace unos 300 años y que era utilizada como banco y almacén de mercancías, es posible que sea uno de los edificios más antiguos de las islas. En la actualidad sirven platos vegetarianos y lo que recaudan lo invierten en la reserva natural local pero…no siempre está abierto así que me tuve que comer el sándwich y la fruta que había comprado por la mañana en un comercio local en el solitario puerto.

El día transcurrió recorriendo los parajes del norte circulando a veces con sol, otras con frío y viento,  y otras con lluvia pero siempre con la mágica panorámica de los amplios espacios abiertos.






Las islas del Norte

Un trío de remotas islas conectadas por ferry, son las tierras más septentrionales de Gran Bretaña, lejanas carreteras por donde apenas nadie circula.




Yell es la más grande de las tres y no tiene buenas referencias, “triste y oscura” o “un inhóspito lugar donde criatura alguna podría vivir, excepto las que han nacido allí”. Pero en sus desoladas turberas y en su color está su encanto. Los pardos e intensos verdes, las nubes grises y las aguas azul acero del Atlantico Norte crean su atractivo. Yell se comunica con Mainland mediante el ferry. Pagas un único billete que te permite la ida y vuelta y conectar también con las otras dos islas, 10 libras persona/moto.






Fetlar es la más pequeña pero la más fértil, sus verdes páramos y costas forman una reserva natural donde anidan gran cantidad de aves marinas. No ha gasolineras pero al menos hay una tienda en la población principal, Houble.

Unst es la isla habitada más septentrional. Al este están los noruegos a una distancia de 360 km., al noroeste a unos 365 km las Islas Feroe y más allá Islandia y Groenlandia, territorios que usaron los vikingos para llegar a Norteamérica pero “Al  norte de Unst no hay nada…hasta encontrar el Polo Norte”.



El paisaje es más escarpado y parece menos aislada que Yell y Fetlar pero también es la que resiste con más valentía los fuertes vientos del norte. El cabo de Hermaness es lo más al norte que puedes llegar, a partir de aquí el camino será ya de regreso.



Unst tiene muchos rincones que descubrir como el Viking Unst donde al pie de la carretera se construye un barco vikingo, la parada de autobús más sorprendente de Gran Bretaña en Littlehamar, la antigua base de la Royal Air Force reconvertida en alojamientos, restaurante y bar, el más septentrional de Gran Bretaña y donde su encargado fabrica unos bizcochos y bombones deliciosos.





Utilicé uno de los últimos ferries para volver a Mainlad. Después de haber recorrido durante todo el día las remotas y solitarias islas del norte me tomé un  merecido descanso y una pinta de cerveza en el que quizás sea el hotel con más carácter de las Shetland, el Busta House Hotel. Construido en 1588 conserva un aire elegante pero acogedor e incluso hay rumores de la existencia de un fantasma.







El sur de Mainland

Último día en las Shetland. Por la tarde embarcaría rumbo a Aberdeen en la costa oriental de Escocia pero aún disponía de toda la mañana para bajar hacia el sur de Mainland.

La carretera principal serpentea a lo largo de unos 40 km hasta el cabo de Sumburgh y cerca de la población de Sandwick se cruza la línea de 60º de latitud.

La mañana estaba soleada, ideal para acercarse a las playas de arena dorada y aguas de un atractivo azul turquesa que invitaban al baño pero aún así los pocos bañistas que ví estaban en el agua con trajes de neopreno.

El sur es un largo y delgado dedo de tierra que termina en los acantilados de Sumburgh Head. Y aquí se presentó la mejor ocasión para observar de cerca de los “puffins” o frailecillos y las enormes colonias de aves marinas y…orcas.





En el tablón de anuncios del aparcamiento del faro informan sobre avistamientos recientes y de pronto la responsable del centro de información que estaba mirando con los prismáticos dio una grito y señaló con el dedo  un punto próximo a las rocas y  aparecieron ante los atónitos ojos de los que estábamos allí dos orcas durante unos breves instantes.


Asomarme a los acantilados del faro y mirar en dirección a Escocia marcó el momento de la vuelta a casa.




Tuve tiempo aún de comer un pescado local delicioso en el Spiggie Hotel con una magnífica vista de la que dicen es la mejor playa de las Shetland, Scousburgh Sands con aguas claras y rodeada de acantilados y verdes cabos que se adentran en el  brillante mar azul.








Aproveché las primeras horas de la tarde para dar una vuelta por la animada calle comercial de Lerwick y hacer algunas compras de pequeños recuerdos para mi familia. También visité el Shetland Museum. Me resultó muy interesante pues en el moderno edificio se guarda un impresionante balance de 5000 años de cultura de un pueblo donde la herencia vikinga sigue presente en las vidas de los “shetlanders” y su relación ancestral con un entorno que no se lo ha puesto fácil.





Antes de embarcar me crucé con un grupo de motoristas que salían de Lerwick a dar una vuelta por las  carreteras de la isla. Aquí, como en toda Gran Bretaña hay gran afición a las motos y en Lerwick organizan cada dos años un Motor Classic Show en el mes de junio, donde reúnen coches y motos clásicas de diferentes lugares y países, debe ser todo un acontecimiento.

El regreso

En el embarque me volví a encontrar con el motorista inglés que se había alojado en el mismo B&B que yo. Subimos juntos al barco, éramos los únicos en moto, y nos tomamos un par de cervezas en el bar del ferry antes de retirarnos a descansar a nuestras confortables “sleeping pods”.

A las siete de la mañana desembarcamos juntos en Aberdeen y allí nos separamos. El  tenía previsto bajar pegado a la costa este y a mí me esperaba una larga jornada  de más de 1000 km para llegar por la noche a Portsmouth y coger el ferry que me dejaría en Bilbao.

Según bajaba hacia el sur pasé por todas las zonas climáticas posibles. La BMW devoró los kilómetros sin inmutarse, yo no tanto.

Llegué a Portsmouth con tiempo de sobra para dar una vuelta, comprar algo para cenar en el ferry y embarcar ya bien entrada la noche. De nuevo la bodega destinada a las motos estaba llena de motoristas ingleses con ganas de cruzar el Canal de la Mancha y perderse por nuestras carreteras, las de Portugal o Francia.






Después de doce días y medio de viaje y 4700 km llegaba a casa. Había ido hasta “las islas que descansan más allá de horizonte”.



Datos prácticos

Toda la información para el viaje en www.shetland.org
Moto: BMW R1200RT con 84.000 km.
Consumo medio: 5,4 litros/100 km
Precio combustible: 1,4-1,6 GBP (1,7-2,0 €)
Kms recorridos: 4700
Mi agradecimiento al equipo de MOTOS ULLA., la BMW ha rodado perefecta



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